Estoy
desanimada, ya no me sostengo, lo noto mucho en el ánimo. Entonces en un afán por
informarme oigo continuamente la radio.
Algunos
testimonios de gente corriente explican que se encuentran bien y entre sus
claves está no ver la televisión. Psicólogos y psiquiatras confirman que
después de quince días llega el sentimiento de desánimo por este encierro y hay
que asumirlo con naturalidad.
Me
resisto a pensar que solo se puede aceptar esta situación.
Hoy
a las seis, Francisco convocaba al mundo en oración y hago todo lo posible por escucharle.
Relata el evangelio de San Marcos, ese que dice que Jesús estaba tranquilamente
dormido y la barca zozobrando mar adentro. Entonces los apóstoles le despiertan,
diciendo que se van a la deriva. El Maestro les increpa: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Acaso no confiáis?
Esa pregunta fue
directa a mi corazón.
Aceptar que en
esta situación de pandemia, de muerte, de dolor, el hombre tiene la última palabra me cuesta creerlo. La
humanidad está pensando en la vacuna, en el aislamiento, en los equipos de protección
individual, en los respiradores pero hay algo que hoy el Papa me ha invitado a mí:
deja subir a Jesucristo a tu barca zozobrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario