Voy
a seguir compartiendo experiencia y esta vez quiero hablar de las consecuencias
que tiene que otro asociado te haga salir de la adorada zona de confort.
Los
años de práctica como Secretario Técnico permiten que cada vez se controle más lo propio e incluso que parezca que nada debe cambiar.
Cuando
los asociados no están inmersos en la cultura
del asociacionismo y vienen a las reuniones porque les interesa su
contenido, contactar con otros, hacer un parón profesional en busca de otras
ideas que pueda transmitir el presidente, estas, en general, son pacíficas.
Cuando
entra en juego un asociado que por diferentes motivos, pero sobretodo por su experiencia, constata que no se han cumplido
plazos marcados por los Estatutos ya sea de convocatoria, ya sea de aprobación
de acuerdos, o de otro tipo, entonces el ambiente en la asociación se vuelve confuso.
Las
reuniones que se han originado con naturalidad, con el objeto de trabajar, de
sacar proyectos en común y cuyos acuerdos se votan prácticamente a mano alzada,
ahora obligan a centrarse en la formalidad
como pieza fundamental en las reglas del
juego de la asociación.
En
este mismo sentido, la auditoria de
calidad genera a menudo la necesidad de modificar actuaciones pero con el objeto que cuando otra persona realice
esa función sea capaz de dar continuidad al trabajo siguiendo los procedimientos ya establecidos.
Para
concluir, esta situación es muy positiva, obliga a revisar otra vez estatutos,
a leer con detenimiento plazos de
convocatoria, mayorías en la adopción de acuerdos y en términos coloquiales a “ponerse
las pilas”, es decir, activarse y motivarse
para sensibilizar a los asociados de la bondad de que el fondo y
la forma tienen que ir acompañados.